Page 36 - Revista Corredera 2019
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ello, se consideran solidarias con las personas carentes de recursos.
Las Clarisas es un convento de clausura, reciben poca información del exterior. Un televisor que frecuentan poco, “en algún pequeño descanso del fin de semana” re- conoce Sor Clara, también de la información de las personas que acuden al convento es todo lo que reciben de lo que acontece fuera de las paredes de la abadía. Úni- camente salen para lo que resulta imprescindible: acudir al médico, realizar gestio- nes administrativas ineludibles o cumplir con algunos de los derechos cívicos de la sociedad, ya que consideran que deben ser un ejemplo para los demás y así estar integradas, a pesar de vivir retiradas física y espiritualmente.
LA DECISIÓN DE SOR CLARA
Sor Clara es la madre superiora del convento, el nombre lo adopta de Santa Clara. Desde hace 18 años es la abadesa del monasterio, algo inusual ya que dicho cargo suele ser algo temporal y rotar entre las hermanas que conviven dentro. Su caso es una excepción ya que primero fue nombrada por la Santa Sede y luego fue la co- munidad la que la eligió para seguir ocupando dicha responsabilidad. Son 28 años los que lleva dentro del convento de las Clarisas.
Aficionada al periodismo, sus inquietudes religiosas desde joven le llevaron a elegir el camino de la vida contemplativa. Fue educada en colegios católicos, una monja le regaló un libro que le interpela con 15 años de edad, se trataba de Santa Teresa del Niño Jesús. También acudió a unas convivencias en las que escuchó experiencias que movieron dentro de ella la búsqueda de una forma de vida como la que final- mente escogió. Según relata “es la parte en la que uno se inicia dentro de ella pero que no necesariamente puedo decir que tenía una vocación en aquel momento, sino que comienzas a sentir una inquietud y aquella inquietud se termina de aclarar cuando entras en el monasterio”.
Natural de Guatemala pidió su ingreso dentro de una comunidad guatemalteca en un convento de Medellín (Colombia) y pasado un tiempo se le propuso venir a Es- paña, algo que vivió “como una prueba que la vida le ponía”. Aquello no hizo más que reafirmar sus creencias y se dijo “con el Señor hasta el fin del mundo”. Recuerda con temor su llegada a un país nuevo, con tan solo 17 años, pero el hecho de ser una persona muy independiente desde muy joven le facilitó su adaptación a tan drástico cambio y se inició en su vida contemplativa de la que hoy dice sentirse muy orgullosa.
LA POBREZA EN ELCHE
Forma parte de la espiritualidad de las dieciséis hermanas clarisas, que actualmente conviven en el monasterio, compartir lo que tienen. Cuando se encontraban en el convento antiguo situado en el centro de la ciudad era más fácil acceder a pedir ayuda para la gente que se encontraba en la calle; sobre todo pedían alimentos. Hoy en día, el convento se encuentra más retirado de la ciudad y sigue acudiendo mucha gente, incluso más, ya que al estar más apartado la gente necesitada siente menos vergüenza que la que podían sentir antes por la ubicación que ocupaba. “Mucha gente no se atreve a acudir a lugares como servicios sociales o Cáritas por- que se sienten más sofocados y por ello vienen aquí”, reconoce Sor Clara. Actualmente, el perfil del necesitado es distinto de los que acudían cuando las monjas se encontraban en la urbe. Hoy son muchas las familias de clase media, acomodadas