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Los orígenes de la industria del calzado
Como describieron los profesores Gabino Ponce Herrero y Antonio Martínez Puche, el calzado constituye, por su naturaleza, una “industria itinerante” que busca una mano de obra barata al no exigir una gran cualificación, que no necesita de la presencia próxima de materias primas, ni siquiera de la cercanía de los mercados. Una industria, pues, que explota los “yacimientos de mano de obra”. Por tanto, una actividad industrial de localización libre. Su evolución ha tenido que ver con el coste de la mano de obra, por su importante componente en el coste final del producto.
En los municipios del Valle del Vinalopó se dio además una evidente vinculación en torno a la fabricación de la al- pargata y del zapato, con una significativa presencia en todos los casos de una tradición artesana previa. Monocultivo industrial pero también especialización: en el caso de Elche, alpargata, calzado barato, deportivo y, sólo en tiempos mucho más recientes, calzado de “marca” tanto para hombres como mujeres. En el caso de Elda y Petrer, prevaleció siempre el calzado de señora, al igual que en Sax. En el caso de Villena, el calzado infantil fue la apuesta fundamental.
Una industrialización con diferentes incorporaciones y que tuvo mucho que ver con la evolución de la agricultura. Frente a la tesis tradicional que viene del modelo anglosajón, según la cual el beneficio agrícola permite el desarrollo industrial, Emili Giralt demostró que, en el caso del País Valenciano, la prosperidad agrícola generó una reinversión en tierras y cultivos que retrasó el proceso de industrialización. En el caso de Alicante, el final de la expansión del viñedo en la última década del siglo XIX facilitó el que la industria se convirtiera en alternativa de una agricultura de pocos vuelos. Uno de los expertos en la industria del calzado ilicitano, el profesor José Antonio Miranda, explicó la circuns- tancia, en el último cuarto del ochocientos, de una simultaneidad de inversiones, tanto agrarias como industriales y, en el caso de las primeras fábricas alpargateras, fueron “autocapitalizándose” hasta dar el paso a una industrialización consolidada. Una agricultura de secano que ofrecía muy pocos estímulos, proporcionó el impulso suficiente para dar paso a una alternativa industrial que acabaría por imponerse.
La industria del calzado después de la Guerra Civil
En un informe económico sobre la provincia de Alicante conservado en la colección David Beltrá, nos encontramos con que Elche cuenta, en la inmediata posguerra, con 41 fábricas de calzado, 55.000 empleados y una producción de 10.000 pares diarios. En la industria de la alpargata, 60 fábricas y más de 57.000 obreros. Tres fábricas de caucho virgen con 1.500 obreros y otros dos de caucho aglomerado con 500 obreros. Además, una industria de hilados y cor- delería, La Hiladora Ilicitana, con 300 obreros que produce hilados de abacá y sisal para la flota pesquera. La industria textil cuenta con ocho fábricas y 2.000 operarios, además de la industria auxiliar que se calcula cuenta con 3.000 obre- ros más. Toda la industria, sin embargo, padece de falta de materias primas, enormes dificultades en el transporte y un paro oficial de 708 obreros pero un paro real mucho más importante porque las fábricas no trabajan en muchos casos más de dos días a la semana.
En Elda, la industria del calzado, la más importante sin duda, ocupa a 12.000 obreros con una producción de 18.000 pares diarios, valorados en unos 40 millones de pesetas. Sin embargo, en 1939 la producción era de 1.500 pares diarios, por la enorme escasez de materias primas. En el caso de Petrer, la producción de calzado se estimaba una cuarta parte de la de Elda, con 1.500 obreros.
Cocentaina tenía también ocho fábricas de calzado con unos 3.000 obreros y dos fábricas de curtidos. En el caso de Aspe, fábricas de alpargatas con 1.500 obreros. En Monóvar, la industria del calzado se encontraba ante un paro generalizado que afectaba a 400 obreros. En Villena, nueve fábricas de calzado de las que trabajaban sólo seis, con algo más de 1.000 trabajadores y otros 777 parados.
El panorama, pues, era el de una industria consolidada pero en una coyuntura tremendamente difícil por la ausen- cia generalizada de materias primas y el paro como problema esencial.
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