Page 150 - La Libreta Gris - La otra crónica de Elche: 2008-2017
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TODO PARA UNOS Y UNO PARA TODO
"Carnaval, carnaval, carnaval te quiero. La, la, la, la, la, la, la, bailaremos sin parar en el mundo entero". Canción de Georgie Dann, 1983.
Probablemente la gente que participó o presenció ayer el Carnaval ilicitano no se percató de ello, pero cuentan algunas personas más perspicaces y observadoras que hubo una amplia representación municipal en la celebración carnestolenda. No se le dio publicidad al tema –aunque el edil popular Pablo Ruz era partidario de ello y de la fotografía del grupo con sus respectivos disfraces– para no levantar suspicacias ciudadanas y las habituales críticas del estilo de "mira esos, divirtiéndose con la que está cayendo, y nosotros cobrando cada vez menos y al borde del desahucio". Para la ocasión, y por recomendación del concejal de Cultura –todavía dolorido tras haber sufrido un aparatoso accidente de tráfico del que afortunadamente salió sano y salvo–, el equipo de gobierno eligió disfraces inspirados en la novela Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas, que transcurre en una época de reminiscencias imperiales y de opulencia (para los de siempre, claro), frente a las duras vicisitudes actuales. "Vale –dijo Mercedes Alonso– pero si es a coste cero y si yo hago de reina Ana de Austria, la esposa de Luis XIII". A lo que el grupo respondió, entusiásticamente: "¡Ceros para todos y todo por cero". Ruz se pidió el disfraz de D'Artagnan, porque, según argumentó ante sus compañeros de grupo, él mismo encarnaba a la perfección los valores que adornaban al intrépido gascón. Por eso y por ser el portavoz del equipo de gobierno. El único que trató de poner alguna objeción fue Manolo Latour, pero como de nuevo lleva el edil de los dineros el brazo en cabestrillo a causa de otra caída –habrá que revisar a fondo el tema de los riesgos laborales en el Ayuntamiento–, no acababa de verse en el papel. Y así se fueron repartiendo los disfraces sin mayores objeciones, aunque Martínez-Pujalte no acababa de comprender por qué le habían asignado el traje purpurado del intrigante y malévolo cardenal Richelieu, cuando él es un convencido defensor de los desfavorecidos y del entendimiento entre razas, religiones, nacionalidades y
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