Page 188 - La Libreta Gris - La otra crónica de Elche: 2008-2017
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encadenarse en lo alto de Calendura proclamando a sus 43.000 votantes y a quienes esperan en la parada del bus que la oposición ha muerto en el Ayuntamiento, que así no se puede trabajar, que el consistorio es una dictadura absolutista y la actuación del gobierno popular, un ataque a los derechos humanos y a la convención de Ginebra. Pero no. Moderación y oposición constructiva, aunque sea con una mano atada a la espalda y a la pata coja. Rodes es un político de la vieja escuela, que aún relee a Hobbes y a Montesquieu, y no le van las alharacas ni los vituperios; lo suyo es el razonamiento y la argumentación. Pues vale, dirá Alonso, mejor para mí. Y más caña al mono.
No es fácil hacer oposición. Y más cuando uno llega de nuevas a un grupo municipal que durante 32 años ha estado en el poder. Es difícil encontrar el tono y el estilo, y más cuando el equipo queda descabezado tras perder las elecciones y un año después vuelve a cambiar de timonel. Alonso, que se ha pasado más de 20 años chupando banquillo, sabe mejor que nadie cómo apretarle al rival cuando viene a jugar de visitante. Y en eso está. Y en eso estamos todos. Así, nos encontramos con una oposición que corre el riesgo de quedar presa del síndrome de Estocolmo tras abandonar el poder, abrumada por la mala conciencia del pufo que han dejado en el Ayuntamiento, atenazada por la falta de medios para ejercer su labor de una forma mínimamente digna, y atrapada en la dicotomía de si dar voces en los plenos y quedar como insolidarios por no arrimar el hombro para ayudar a sacar esto adelante, o hacer una oposición constructiva y pasar por unos blandengues sin sangre roja en las venas, para escarnio de sus votantes más aguerridos. No es fácil.
Y ante esta actitud titubeante de la oposición, Alonso ha decidido que su equipo asuma también esa tarea. Y se han convertido en la oposición a la oposición. ¿A qué les suena? Pues sí, claro: de la anterior legislatura. De cuando Alejandro Soler parecía más empeñado en anular a Alonso que en su propia gestión. Puede resultar comprensible que cuando la jefa de la oposición intenta echarle a uno de la alcaldía a costa de una torticera maniobra en la oscuridad valiéndose de una edil díscola –a lo que Soler replicó con otro díscolo en las filas populares–, y luego le pide cinco años de cárcel por unas facturas malpagadas, no va a invitarla encima a cenar. Pero la inquina personal en la anterior etapa entre Soler y Alonso, que arrastraron consigo a sus respectivas cohortes y propició una guerra sin cuartel entre ambas facciones, no resultó nada edificante para el ciudadano. Habrá que confiar en que no se repitan los errores pasados –no se ría, que va
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