Page 21 - La Libreta Gris - La otra crónica de Elche: 2008-2017
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ATENTOS AL GALLO
Por segunda vez en menos de tres meses la edil Mari Ángeles Avilés ha negado a su jefe de filas, Alejandro Soler, que vaya a dejar la disciplina socialista. Por segunda vez en el mismo periodo de tiempo, la edil despechada se los ha puesto literalmente de corbata a la primera autoridad municipal y socialista. ¿Negará una tercera vez, como San Pedro, o en esa ocasión llegará a cantar el gallo?
La díscola concejal de Hacienda, que hasta ahora sólo había cosechado simpatías y parabienes, dentro y fuera del partido, en sus etapas como responsable de Bienestar Social y de Fiestas, se ha destapado como una auténtica maestra en el arte de las sibilinas técnicas de la venganza política. No sé si realmente estaba enferma en los últimos días, o al menos tan enferma como para no acudir al trascendental pleno de los presupuestos del pasado lunes, a sabiendas de que dejaba a su grupo a merced de la oposición. Tal vez sí, y no tengo por qué dudar de su palabra: como dijo el alcalde, no le van a pedir un justificante médico a una compañera. Vale, pero luego hay que atenerse a las consecuencias.
La realidad es que los dos desplantes de Avilés tienen justificaciones primarias, de esas que afectan a las entrañas y no a la cabeza. De ésas que le entran a uno como espadas. Y en ambos casos, independientemente del grado de implicación emocional que acarrean por parte de la ofendida, cabe concluir que han sido dos actuaciones fatuas y extemporáneas por parte de Soler. La primera, suprimir al marido de la edil, Juan Caballero, de su equipo de confianza al día siguiente de, supuestamente, haber votado en blanco en una asamblea del PSOE. Quiso demostrar quién mandaba en el partido y en el Ayuntamiento sin reparar en las consecuencias que podría acarrear. Las semanas siguientes fueron de intriga y suspense, y pese a su aparente sangre fría, Soler no durmió bien hasta que la edil le prometió fidelidad política de aquí al 2011.
Pero tras las peleas matrimoniales siempre queda cierto resentimiento, que se manifiesta a la mínima ocasión. Y eso ocurrió la pasada semana, cuando se perfilaban los presupuestos del 2009 y el alcalde le puso la cornamenta política a Avilés al reunirse con la portavoz de Compromís para cerrar sin ella las cuentas municipales. Consecuencia: nueva rabieta, ausencia de la comisión de Hacienda –que la edil socialista preside– y del Pleno, el más importante del año, que aprobó los números por los pelos,
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