Page 264 - La Libreta Gris - La otra crónica de Elche: 2008-2017
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cuando no rechazos, en buena parte de la militancia socialista, y el mentor no tuvo más remedio que decantarse por otro delfín, en el que confiaba menos (el tiempo le dio la razón) pero con un bagaje familiar de acendrado socialismo muy del agrado de las bases. Así fue como Alejandro Soler se vio con las riendas del partido en sus manos y, poco después, también con las de la ciudad, con los resultados de todos conocidos. Tras este primer revés, González siguió a lo suyo, de concejal, de diputado en Madrid y de opositor interno en Elche, a la espera de otra oportunidad. Le llegó cuando Soler se vio obligado a dejar la secretaría local tras perder en 2011 el PSOE las elecciones y el gobierno local, después de 32 años, en beneficio de Mercedes Alonso y el PP. Pero a pesar de contar con el apoyo de Maciá y la vieja guardia, no consiguió tampoco González hacerse con la ejecutiva. Soler lo dejó todo atado y bien atado (o al menos eso creía él) al conseguir que su delfín –crecidito, eso sí– Antonio Rodes fuera elegido nuevo secretario, apenas un año después de darse de alta en el partido. Así las cosas, finiquitada ya su etapa de parlamentario nacional, el maratoniano político regresó a la vida civil, estrenándose en el abnegado y duro ejercicio de la abogacía. Entre pleito y pleito se seguía reivindicando en el partido, cuando venía al caso, como genuino líder de la oposición interna, a la espera de otra oportunidad. Su actividad deportiva le sirvió de estímulo no solo físico, sino sobre todo psicológico: en una carrera de fondo no es cuestión de ser más rápido sino de aguantar más.
Cuando la breve etapa de Rodes al frente del partido acabó abruptamente este verano con la creación de una gestora a causa del feo asunto –todavía irresoluto– de las altas a orri, el ex diputado sonrió con esa sonrisa suya de conde malvado de las películas. Neutralizados Soler y Rodes, y con una gestora encabezada por un destacado y afín miembro de la vieja guardia –el Síndic socialista en Les Corts, Antonio Torres–, pensó: "Esta vez no se me escapa". Y comenzó la carrera de las primarias para aspirar a la alcaldía, aplicando su estrategia de fondista: lo importante no es la salida, sino el arreón de los últimos metros. Así, mientras hacía como que hablaba con unos y con otros sobre pactos y tal, pergeñaba su golpe maestro, que no desveló hasta el instante final, con los afiliados ya a pie de urna. Buscó la alianza más improbable pero más segura: con sus históricos enemigos, Soler y Rodes, agazapados tras el candidato Pepe Pérez, persona sensata, seria y trabajadora, pero consciente desde el primer día de su papel en esta trama. Este pacto con el diablo –un amigo, socialista de pro, bautizó este acuerdo como el de la rana y el escorpión (consultar internet para más detalles)–
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