Page 7 - Las Clarisas en Elche
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PRÓLOGO
500 años en tu presencia, Señor, son como un ayer que pasó
Verdaderamente podemos cantar con el salmista, ¡qué deseables son tus moradas, Señor Dios de los Ejércitos! ¡500 años son como un ayer que pasó! Los siembras año por año, los renuevas en tu presencia, con la mirada de tus ojos nos vigilas y con el pálpito de tu corazón los agilizas y los estimulas. Tú Señor has estado siempre a nuestro lado, eres nuestro pastor y nos has sostenido con el cayado de tu amor y misericordia. ¡Verdaderamente ha sido obra tuya, y por ello a Ti tiene que dirigirse toda alabanza!
La inspiración de tu Espíritu iluminó a nuestras primeras cinco hermanas que iniciaron esta andadura de amor en esta tierra nuestra ilicitana, un 1 de ene- ro de 1517. Y así, a lo largo de estos cinco siglos, decenas de hermanas nues- tras, han continuado recorriendo este mismo camino tras las huellas de Clara y Francisco, buscando y deseando ver tu Rostro. Hasta este lugar a las riberas del Vinalopó, llegó el espíritu de Clara y desde que este convento se fundara es testimonio permanente de la vida entregada a Dios en el silencio, en la clausura, en el amor y alabanza a Dios en todas sus criaturas.
Ha sido Dios y el espíritu franciscano quienes han puesto esta casa de con- templación y de vida religiosa en este pueblo de Elche. Francisco y Clara siem- pre unidos en el mismo amor al Señor Dios Altísimo. Francisco es la presencia en el mundo y Clara el alma que, escondida en el convento, se hace donación total a Dios, por todos los hombres. Por ello, a través de nuestra espiritualidad clariana–franciscana de sencillez, alegría, pobreza, fraternidad, contemplación, vamos tras las huellas de Santa Clara de Asís pisando en humildad y silencio, en donación y oblación, en servicio y entrega, siendo imagen del Espejo de la Eternidad, el Señor de la Gloria, cuyo amor aficiona y admiran el sol y la luna.
Monasterio de la Encarnación (1517-1853)
Nuestra primera morada estuvo ubicada en el corazón del pueblo, concreta- mente en la actual Glorieta, lo cual resulta muy significativo. En aquel nuestro primer recinto, nuestras hermanas vivieron una vida muy ejemplar. Recorda- mos en especial a una de nuestras fundadoras, la madre Ángela Martínez de Miedes, quien se destacó por su vida de sencillez, austeridad, pobreza y santi- dad, disfrutando todos los que se acercaban al monasterio de la fragancia del perfume de Dios en ella; y, con ella, traemos a la memoria también a muchas
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