Page 11 - Con Olor a Hierro - Charo Martinez
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A finales del siglo XIX, Teresa y su marido emigraron a México donde ya estaban su hija y su yerno haciendo alpargatas que ellos mismos fabricaban y vendían. Eran las conocidas como de “careta i taló”.
Como la fabriquita les fue bien, el yerno de Teresa dio empleo en ella a su familia y a la de su mujer, a los que llamó para que emigraran también. Quince años después, en plena dictadura de Porfirio Diaz que ya estaba creando disturbios y levantamientos armados, regresaron casi todos a España.
Mientras, Rosario se dedicaba a las faenas propias de su casa, tuvo cuatro hijos que fueron creciendo entre interminables tardes de ropa para remendar a la luz del candil. Realmente la herrería no daba para mucho.
Cuando se hacía de noche y terminada la jornada de trabajo, José el herrador se lavaba las manos y cuando hacía buen tiempo, se reunía en la calle con otros vecinos, para sentarse en sillas bajas de enea y hacer tertulia. Los chiquillos jugaban entre ellos y Rosario se ponía a hervir las patatas, cebollas y judías verdes, que luego, con aceite y orégano, eran la cena de la casa.
El herrador, jefe de la familia, era un hombre de fuerte personalidad, machista y autoritario, con la manga muy ancha para sí mismo y muy estrecha para los demás y que la vida le dio su ración de amarguras, trabajo duro y pobreza como a cualquiera. Siguiendo la costumbre de la época, pues por lo visto muchos hombres lo hacían, seguramente para reafirmar su condición de macho o patriarca absoluto, cosa que no deja de ser una soberana estupidez, José se hizo una querida. Por lo visto aquella relación duró años e incluso tuvo una hija extramatrimonial. Cuando aquello llegó a oídos de Pepito, su hijo mayor que ya trabajaba con él en la herrería, montó en colera, cogió un cabreo tremendo y se enfrentó a su padre con todo tipo de reproches y razones moralistas. Dos personas de fuerte personalidad peleándose a gritos y diciéndose de todo, sería algo digno de ver y escuchar por parte de los vecinos.
Pepito Martínez Castellanos no perdonó a su padre y se fue de casa, parece ser que los escrúpulos morales no le permitieron seguir conviviendo con su padre.
¡Que paradoja!, Aquel joven que, cargado de razones reprochó a su padre su comportamiento inmoral, años después se pasaría esa misma moral por el “Arco del Triunfo”, haciendo lo mismo o quizás peor.
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