Page 10 - Riegos El Progreso
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A lo largo de cien años, nadie se ha enriquecido personalmente en una empresa que ha lidiado con legalidades tan diversas como la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera, la II República, la Guerra Civil –la empresa siguió funcionando tras ser incautada por el Ayuntamiento–, la dictadura de Franco o la vuelta de la democracia. Con tanto régimen político, resulta normal que El Progreso se fuera acostumbrado a cumplir y a seguir funcionando dentro de cualquier marco legal. A lo largo de sus cien primeros años de vida han trabajado en El Progreso 9 personas ( hombres y  mujeres) y ha sido también corriente que los hijos sucedieran a sus padres ocupando los mismos puestos de trabajo. La Sociedad ha pasado de contar con dos trabajadores en 906, medio centenar en 90 hasta los siete con los que cuenta en la actualidad. Ha llegado a tener en nómina ingeniero, abogado y médico propios en diferentes etapas y ha vendido esencialmente un producto tan escaso y tan caro como el agua. La paradoja de esta empresa es que un año bueno era aquel en el escasearan las lluvias y los agricultores se vieran obligados a comprar agua de riego, pero siempre con la amenaza de que una sequía continuada dejara sin agua a los azarbes del río Segura y, en consecuencia, la Sociedad no dispusiera de agua para elevar y vender en virtud de las sucesivas concesiones de la Administración (9, 99 y 9).
Una historia de cien años permite contemplar la evolución de los salarios, del precio del agua, de la relaciones de la empresa con la competencia –fundamentalmente Riegos de Levante y Riegos El Porvenir, sociedades cuyo nacimiento cabe explicar a partir del éxito de El Progreso–, la propia evolución de una empresa que comenzó vendiendo agua exclusivamente y que, cien años después, ha terminado por depender, más que de la venta de agua, de la venta de electricidad a Iberdrola. Y una empresa que ha necesitado siempre de fuertes inversiones, de nuevas tecnologías la mayor parte de las veces importadas y que, como tendremos ocasión de ver, cuenta con una historia que transcurre, como no puede ser de otra manera, paralela a la de la propia ciudad de Elche.
Las páginas que siguen se basan en la documentación conservada en el archivo propio de la Sociedad. A través de él y del testimonio de los trabajadores con los que hemos podido conversar, nos hemos encontrado también con una cultura propia –la cultura del agua–, escrita en castellano pero transmitida oralmente en valenciano. Durante cien años El Progreso nos ha legado una tradición antiquísima a través de las subastas diarias de agua organizadas mediante tandeo azaroso. Desde principios de la década de los ochenta se suprimió la subasta por la disminución de la demanda de agua, pero durante más de medio siglo diariamente se subastó agua sorteándose entre todos los carnés de riego –unos 6.000 en la actualidad– el número a partir del cual comenzaba la venta de agua. La figura tradicional del posador d´aigua como representante de los regantes de una determinada zona y la fórmula del hi ha qui vulga di para aquel que empezara a poner precio o la del hi ha qui diga més para
 






























































































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