Page 223 - La Libreta Gris - La otra crónica de Elche: 2008-2017
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funcionaba esto de la democracia municipal. Pues ya lo comprobaron. Sin duda, el episodio dará para realizar algún trabajo en clase sobre la democracia participativa y cómo pueden participar los ciudadanos, siempre que sean mayores de edad –algunos de esos alumnos lo eran– y no sean unos protestones ni lleven camisetas a los plenos (Por cierto, aunque Mercedes Alonso dijo tiempo atrás que no se podía entrar con tales prendas reivindicativas en la sesión plenaria, lo cierto es que todavía no se ha redactado el tantas veces anunciado reglamento que debe regular todo esto). El concejal de Educación, Daniel McEvoy, justificó posteriormente la prohibición de acceso a la sala en que los alumnos venían "adoctrinados" por algunos profesores. Se supone que se refería a determinados elementos de orientación "extremista" y no a su compañero de grupo Manuel Rodríguez, docente en el instituto y que casualmente había gestionado la visita. Además, remató la faena afirmando que sentía "vergüenza ajena" por la instrumentalización de almas inocentes para lograr fines torticeros y aviesos. McEvoy, persona correcta y sensata, además de inspector educativo, matizó luego sus palabras, pero ya había echado más leña a la hoguera de la indignación popular (del pueblo) por el estado de las cosas en general y la educación en particular . Mientras, arriba, un grupo de alumnos de Primaria –almas cándidas e inocentes aún– tenían el privilegio de sentarse en los bancos para seguir el Pleno. Eso sí, sin camisetas reivindicativas.
Todo esto pasaba, como iba diciendo, mientras me encontraba inmerso en el libro del medio siglo de La Asunción. Y mira por donde, ese mismo día del intento de toma estudiantil del palacio de invierno consistorial llego al artículo titulado Veinte días de otoño de Carmelo Lozano Serrano, en el que el prestigioso catedrático de Derecho Financiero de la Universidad de Valencia rememora unos hechos acaecidos en los oscuros días de finales de 1970, en aquel tardofranquismo que aún daba mortíferas dentelladas cercenando toda ansia de libertad y democracia. Y es que algunos miembros del claustro del instituto, guardianes de las más puras esencias del Régimen, denunciaron por "comunista" a Narciso Merino, y de rebote también a su esposa, Helena Fernández, dos de los profesores más respetados y queridos por los alumnos, además de magníficos docentes –doy fe de ello: tuve la suerte de tenerlos a ambos como maestros–. Las "actividades subversivas" era, a saber: reunirse con alumnos fuera del horario lectivo, permitir el acceso libre a la biblioteca, montar un grupo de teatro, organizar excursiones y disco-forums y otros contubernios bolcheviques por el estilo.
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