Page 62 - La Libreta Gris - La otra crónica de Elche: 2008-2017
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que contemplar hasta el último confín de sus vastas posesiones y todas sus exuberancias naturales. Pero un griterío procedente de una chusma popular, gente con grotescas máscaras y burlonas vestimentas, le impide centrarse en su discurso.
DON JUAN ALEJANDRO: –¡Cuán gritan esos malditos! ¡Pero mal rayo me parta si, en concluyendo esta carta, no pagan caros sus gritos!
TURBA: –¡¡Don Juan , Don Juan las facturas, ¿dónde están?!!
Ante la imposibilidad de hallar sosiego para aclarar las ideas por el clamor de la chusma, que repite con insistente ensañamiento su letanía, Don Juan llama a su ayudante de cámara, Lope de Pérez.
D JUAN A.: ¡Cuán siguen gritando esos malditos! Enviad a la guardia y que acalle sus gritos.
L. PÉREZ: –¿Sabéis que estáis obligado a sufrir, por ser quien sois, estas cargas, tan atribulado?
DON JUAN A.: –Con mi hacienda; pero con mi fama, no; al Rey, la hacienda y la vida se ha de dar; pero el honor es patrimonio del alma, y el alma sólo es de un servidor.
Fuera, el griterío va en aumento, uniéndose a la turba otros muchos populares disfrazados.
TURBA: –¡¡Don Juan, Don Juan el mirador no te aprobarán!!
L. PÉREZ: –Señor, hablad con presteza con quien esta algarabía organiza, pues de no encarar esta liza, se cebará en vos la tristeza.
DON JUAN A: –Sabio consejo me dais, amigo Lope, mi fiel consejero. Explicadme eso que expresáis, que apenas me entero.
L. PÉREZ: Es tiempo de carnestolendas, de engaños y falsas lisonjas, y también de enaltecer el amor para recuperar el honor.
DON JUAN A: De esta forma haré, y aunque el corazón me parta, lisonjearé y en broma amaré a quien tanto odio y me espanta.
Dicho lo cual, Juan Alejandro rompe el papel en el que escribía la misiva al virrey y abandona la estancia con cajas destempladas. Baja el telón.
ESCENA 2
Bajo un frondoso ramaje de un milenario palmeral, sentados en un banco de tronco de palmera, con el lejano murmullo del agua del río, en una noche de luna llena embriagada por el embrujo de San Valentín, Don Juan Alejandro y Doña Inés de las Mercedes, que momentos antes encabezaba la turba popular, se encuentran por fin para hablar de sus cosas.
DON JUAN A.: –¡Ah! ¿No es verdad, ángel opositor, que en esta 62


















































































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