Page 11 - Las Clarisas en Elche
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INTRODUCCIÓN
En los siglos centrales de la Edad Media surge en Europa un movimiento espiritual que vino a transformar completamente las formas religiosas del mo- mento. Un movimiento que volvía su mirada a la pobreza común, abandona- da por las órdenes monásticas medievales, a una necesidad de mayor relación con los fieles y, por tanto, a la predicación directa y a la preocupación por las almas. Un movimiento reformador íntimamente relacionado, además, con las realidades socioeconómicas de la época, con el resurgir de las ciudades, con el nacimiento de una nueva burguesía, con la acentuación en las diferencias entre los grupos sociales. Un movimiento religioso que, lejos de ser exclusivamente masculino, también dio cabida activa a la mujer.1
En este contexto surge la figura de Francisco de Asís, que, siempre dentro de los límites impuestos por la propia Iglesia, consiguió una forma más humilde de acercarse a Dios y de reformar las relajadas costumbres eclesiásticas de la época. «Repara mi Iglesia», fue el mandato que el propio santo recibió en una de sus experiencias místicas. Francisco arrastró tras de sí a muchos seguido- res que fueron concibiendo la fundación de una nueva Orden, la Franciscana, aunque en los primeros tiempos era conocida como de los Hermanos Menores.
Clara Pavarone, nacida también en Asís, se acercó a este nuevo movimiento y se integró en el mismo mediante la vida contemplativa, separada del mundo, que en aquellos momentos era la única aceptada por la Iglesia oficial para la mujer. Según la memoria franciscana, fue el Lunes Santo del año 1212 el día en que Francisco impuso en la Porciúncula el velo de las vírgenes consagradas al Señor a su discípula Clara y recibió su profesión de los tres votos, conducién- dola poco después a la ermita de San Damián, en compañía de Inés, su hermana menor. Allí se fueron agregando otras jóvenes de las familias más distinguidas de Asís y sus contornos. Dicha fecha, por tanto, se considera como la del origen histórico de las Clarisas o Segunda Orden Franciscana.
En sus primeros años de existencia esta nueva institución ensayó diversas reglas de vida en común, que se iniciaron con la breve fórmula que el mismo Francisco de Asís escribió en el mencionado 1212 para las monjas del protomo- nasterio de San Damián. En 1215, aceptaron la regla benedictina para merecer la aprobación canónica de la nueva Orden. En 1219, el cardenal Hugolino re-
Vid. Clara RodRíguez Núñez, «El conventualismo femenino: las Clarisas», en Espiritualidad y franciscanismo. VI Semana de Estudios Medievales. Nájera, 31 de julio al 4 de agosto 1995, José Ignacio de la IglesIa duaRte (coord.), Gobierno de La Rioja - Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 1996, p. 87-100.
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