Page 3 - Con Olor a Hierro - Charo Martinez
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EL NACIMIENTO
Mayo de 1947 en Alicante. Era domingo y dos chavales adolescentes habían salido de su casa para cumplir una importante misión, una tarea para tomársela muy en serio. Por su forma de vestir se notaba que eran de origen humilde, pero eso sí, limpios y repeinados a más no poder. ¡Buena era la abuela Mercedes para consentir que alguno de sus hijos no fuera “limpio como una patena”!
Caminando, se dirigieron a la Estación de Autobuses para tomar el autobús que los traería a Elche, la tarea encomendada les causaba muchísima desazón, porque era tal el respeto que sentían por el hombre al que tenían que visitar, que rayaba con el miedo. Antonio y Joaquín, una vez en Elche y cada vez más nerviosos se encaminaron a la calle Eugenio D’Ors número 54 en busca del Señor Pepito, un nombre un tanto peculiar para una persona adulta de 49 años.
En aquellos años Elche ya contaba con unos 50.000 habitantes y su principal industria la fabricación de calzado empezaba a ser cada vez más importante. Aunque, a decir verdad, en los diferentes barrios, sobre todo los del extrarradio de la ciudad donde todo el mundo se conocía todavía existían innumerables pequeños talleres dedicados a la producción artesanal de alpargatas,
y donde también se mantenían las viejas costumbres rurales tan arraigadas en la gente. Por ejemplo, la de vulgarizar los nombres añadiéndoles al final los ”icos“ y las ”icas” y otros diminutivos tan representativos de la región. Los José se quedaban en ”Pepicos”, los Antonios eran ”Tonicos” y los Salvadores ”Saoricos”.Las mujeres tampoco se libraban, las Manuelas eran “Manolicas”, las Rosario, “Rosaricos” y así sucesivamente. Si a todo esto, además se le añadía el apodo o “malnom”, el nombre ya podía “arrastrarse” y “tirarse” por los suelos, como Tonica “La Panchorra”, Pepico “El Baldat”, Pascualet “El de la merda”, Isabelica “La Coja” o Paca “La Loca”.
Parece que había especial interés en que todo fuera vulgar y ordinario, rebajándose unos a otros sin la menor compasión, perpetuando así la incultura y la ignorancia y también, por qué no, la mala intención.
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