Page 50 - Con Olor a Hierro - Charo Martinez
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PRIMERA COMUNIÓN Y ACADEMIA
A los nueve años y después de la consiguiente preparación por parte de una señora catequista de la iglesia de San Juan, me aprendí el catecismo e hice la Primera Comunión yo sola en Agosto y no en Mayo como la hicieron todas las niñas.
Había que esperar a que mi hermano mayor que estaba estudiando en Tarragona tuviera vacaciones. Así es que con un bonito vestido blanco que me hicieron las hijas de mi tía Soledad, y que, por cierto, la tela la pagó mi hermano, hice la Primera Comunión en la fea iglesia de San Juan, un edificio tipo fábrica que sustituía a la que se quemó durante la Guerra Civil (mejor dicho, la quemaron). La construyeron en una calle estrecha del Raval llamada calle Rey Amadeo, actualmente se llama Carrer Fossar, porque a poco que se cave, aparecen en el subsuelo multitud de fosas de enterramiento de los antiguos árabes.
Cuando fui a confesarme para hacer La Primera Comunión, el cura me dijo. - ¿has hecho porquerías con las manos? - entonces me quedé en blanco porque no sabía de qué me estaba hablando, quizás se refería a hacer panecillos de barro amasados con saliva, que, de acuerdo, era una porquería. Sólo con el paso del tiempo comprendí lo que había querido decir.
Tiempo después me enteré que ese día y en esa misa estuvieron a punto de pasar cosas terribles, porque el cura, conociendo la situación de mis padres viviendo amancebados y además conociendo también los antecedentes políticos de mi padre, se explayó en el sermón, utilizando palabras fuertes como -”Dios se vengará”- o - ”no dejará a nadie sin castigo”-, lo que provocó un rumor entre los asistentes y el consiguiente cabreo de mi padre, que no sé cómo aguantó hasta el final de la ceremonia.
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