Page 157 - La revista musical y las variedades en Elche
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Lafayette-París, Madame y Bustos para las plumas, y los sombreros de An- gelina, apareciendo en ocasiones algún joyero, mientras de la coreografía se ocupan los maestros Del Río y Ramos, Miss Baron y el maestro Eleta.
Véase también que así como en la década de los sesenta, algunas veces se convierten en autores los mismos actores o los empresarios, y el vestuario co- mienza a ser propiedad de la empresa, su diseño corre a cargo de las primeras figuras femeninas del reparto, para las que en otros tiempos trabajaban los más prestigiosos diseñadores.
Recordemos que el vestido teatral es el resultado de un laborioso proceso que se inicia con el figurín, dibujo a pequeña escala en el que, como sus equivalentes esce- nográficos -el boceto o la maqueta- el artista desarrolla, fija y concreta las múltiples coordenadas morales y plásticas de su visión del personaje. Del mismo modo que aparece la necesidad de marcar el espacio de la representación, surge también la de distinguir al actor como personaje, y para ello primero se utilizaron las máscaras y siempre el vestuario, como también el maquillaje.
El vestuario es la piel del personaje y cumple la doble función de disfrazar, y servir de elemento distanciador respecto al público, y entre él mismo y su persona- je. Por otro lado está la función propia del vestido, que como signo informa de la pertenencia a una época y una sociedad. Los vestidos hablan de la moralidad del personaje, sus estados de ánimo, nivel social, evolución, su lugar y su época o si el personaje opera a nivel simbólico: los valores de los que es alegoría o metáfora. El vestido no es un elemento aislado, sino que cobra su pleno sentido en su relación con la dialéctica de todo el conjunto de la indumentaria y con los dos ejes resultan- tes de la plástica: la escenografía y la iluminación (Bravo: 1988).
Los colores incluso, tienen sentido simbólico: así, el púrpura ha sido distinción del monarca, el oscuro se ha utilizado para el luto, el rojo para los esclavos y los co- lores abigarrados para los mercaderes. El disfraz tiene gran importancia en la caracte- rización de los personajes de la Comedia Del l´Arte, y cada uno de ellos se identifica por su traje: la pobreza de Arlequín, por ejemplo, se representaba con un traje lleno de parches y recosidos, que dieron lugar a los posteriores rombos de diversos colores.
El vestuario se escogía o se diseñaba específicamente para el espectáculo por el figurinista, de acuerdo con el director de la escena. El vestuario ha sido un modo de lenguaje escénico y entre los renovadores del espacio escénico del siglo XX, quizás José Zamora y Álvaro Retana, en los años veinte y treinta, y Víctor María Cortezo “Vitín”, en los difíciles años cincuenta, se identifican con el panorama general de la plástica y el particular figurinísmo, como el último intérprete de lo sicalíptico (Morales Marín: 1988).
La revista, lo hemos visto, también tenía quien la vistiera o desvistiera in- tencionada y adecuadamente. Apartarse de lo que ha sido tradicional es bueno
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