Page 164 - La revista musical y las variedades en Elche
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A principios del siglo XX la vida comunitaria es estrictamente masculina, salvo los domingos por la tarde cuando “se saca” a la familia. Ya en la segunda década empiezan a diversificarse los lugares de expansión -fuera del café-con- cierto, que aglutina la vida social y comunitaria entre los parroquianos-, en función de la calidad del espectáculo. La mujer, como oferta, es un mercado potencial importante que provoca la aparición de nuevas salas y nuevos es- pectáculos, y halla acomodo en las varietés y la canción. La sicalipsis, no apta para el consumo de las mujeres, hace que la canción derive hacia un sentimen- talismo que contenta a todos y quizá en ello tenga que ver la evolución social, demográfica, económica y la aparición de mercados nuevos, en una sociedad en la que los problemas económicos y políticos acusan una crisis creciente (Salaün: 1990, 74 y 75).
En España, hasta 1936, la distribución de los papeles en escena se mantiene casi inalterada y, para cantar y bailar, prácticamente sólo suben mujeres a las tablas del escenario. El hombre es espectador, por antonomasia, en este tipo de funciones, y los teatros las ofrecen, en horarios diferentes, para que puedan asistir también las mujeres a espectáculos distintos.
En el Teatro Martín “se cultivaba la verdura” a caño libre. La “sección ver- mú” del Martín pasó a la posteridad, y tuvo continuidad en los más recientes años del destape. “Aquellas chicas, todas de excelentes pechugas y de bajos, tenían regazos de la estatuaria griega o de las damas llenitas de los lienzos de Rúbens. Poseían encanto, una atracción, que encandilaba a los imberbes y a los maduros. Cuando las llevabas de super-cena para cultivar la danza en Parisína o en Rosales, no se excedían en sus honorarios. Por eso las demandas eran cuantiosas. Y quien dice las coristas del Martín, puede ampliar la nómina a las de Novedades, Apolo, Reina Victoria, Teatro Cervantes...” cuenta José Alfonso (1972), y al referirse el estreno de Las Corsarias, en el Novedades en 1919, dice: “...fue un éxito apoteósico. La zarzuelita, era más verde que un paño de billar. Que es lo que quería aquel público: chistes pornográficos, y músicas cascabeleras.”
Junto a la revista del momento resurgen la copla y las variedades, con nue- vos aires de españolismo, que en el folklore se adscribe al andalucismo. Los orígenes más inmediatos pueden estar en La Copla andaluza (1928), de Pascual Guillén y Antonio Quintero, comedia de costumbres andaluzas de corte popu- lar, en tres actos divididos en seis cuadros, un prólogo y una alegoría, aderezado con canciones flamencas que cantaba primero Pepe Marchena y cuatro días después de su estreno, Angelillo. El género de las variedades dio un giro cuan-
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