Page 65 - La revista musical y las variedades en Elche
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y la crítica de P. B. en Información, 31-XII-55, decía: “Recoge el libro algunos números de otra comedia musical ya representada y no muy bien recordada. El elenco ha cambiado, y esto marca la diferencia con la anterior versión: los intérpretes excelentes.”
El jueves 5 de mayo de 1956, en función de tarde y noche, la gran compa- ñía de revistas de Colsada presenta ¡Mi padre!, ¡Tu padre!, ¡Su padre!, libro de Antonio y Enrique Paso, y Jiménez, con música del maestro Magenti, bajo la dirección artística de Carlos Garriga.
Supervedette, Finita Rufette; primera vedette, Marisa de Landa; segunda ve- dette, Esperanza Amor. Primer actor y director, Carlos Garriga; primer actor, Eduardo Hernández; actor de carácter, Juan A. Lebrero; actor cómico, Miguel Mateo. Actriz cómica, Isabel Ortega. Además de Esperanza Amor, Tina Fernán- dez, Pepita Prado, Isabel Sáez, Carmen Cubillo y Encarnita Portillo. Maestros directores y concertistas, Lorenzo Enciso y Dolores Marco. Maestro coreográ- fico, Becerra. Decorados, Viuda de López y Muñoz con bocetos de López Sevi- lla. Vestuario, Llorens, con figurines de Andrés Anguiano.
Colección José Guilló.
Esta revista se presentó en Alicante los días 4 y 6 de mayo del mismo año y como tantas veces, se aprovechó para mostrarla en Elche; pero no siempre era así y en ocasiones se presentaban antes en Elche o sin relación alguna con la puesta en escena en Alicante.
Finita Rufete Ortiz (cuyo nombre se muestra aquí de modo distinto, según apa- rece en cartel), presentada ahora de la mano de Colsada como la supervedete de moda, fue estrella con Lolita Rivero en el legendario Oasis de Zaragoza, “palacio de variedades” por donde pasaron Miguel de Molina, Maruja Tomás, Carmen Ama- ya y Estellita Castro, Rosario y Antonio, Antonio Amaya, Trudi Bora y Carmen de Lirio natural de la ciudad. El Oasis, fundado en 1917, fue el primer cabaret zara- gozano, ubicado en la calle del Padre Boggiero, y abrió con el pomposo nombre de Real Concert. Con una decoración muy a la Belle Epoque, incluía en las paredes frontales unos espejos que permitían ver de reojo las pantorrilas que se ocultaban, bajo las faldas de campánula de las cupletistas o las nalgas de las tanguistas. Te- nía palcos, con bombillas rojas, donde la sonoridad de los besos y suspiros eran amortiguados por los cañonazos de los corchos de las botellas de champagne de importación francesa; abajo actuaban las vedettes imitadoras de la Fornarina y la Chelito, y circulaba el baile taxi además de realizarse rifas de gran interés, para el público masculino, pues el premio era estar con una de ellas.
Por lo de Real, con la II República peligró el nombre de local, pero no pasó a llamarse El Oasis hasta 1942, cuando se dedicó a las variedades, convirtiéndose en
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