Page 375 - La Libreta Gris - La otra crónica de Elche: 2008-2017
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sectario y autoritario, y atenta contra las libertades religiosas de los/as individuos/as que integran la corporación municipal. Y es que este códice autonómico incluye un apartado no contemplado en el documento nacional. Se trata del artículo 11, que reza (perdón: dice) que los miembros de la corporación no estarán obligados a ir a procesiones y actos religiosos ni a presidirlos, como tales cargos; quien quiera ir a título particular, personal e intransferible, allá él o ella con su conciencia, pero en representación municipal, no. A no ser... a no ser que dichos actos o celebraciones "tengan un valor cultural asumido comunitariamente que trascienda a su origen religioso", ya que entonces sí que se podrá ir e incluso presidir, aunque sin peineta ni fajín (eso no lo pone el código, pero en la segunda edición seguro que se incorpora). El tripartito aprieta pero no ahoga.
Ante estos postulados, el concejal de Fiestas, José Pérez, que no solo es militante socialista sino que también es creyente y preside una hermandad de Semana Santa, además de haber estado al frente de la Junta Mayor durante años, ha optado por no adherirse al documento, aunque manifiesta su intención de cumplir todos los demás artículos. Así que el edil festero queda exonerado y podrá acudir a cuantas procesiones y actos religiosos considere oportuno, sin que se le pueda decir que es un mal gobernante. Pero ¿qué pasará con sus compañeros del tripartito y de Ciudadanos, que se adhirieron al código sin objeciones? ¿Presidirán a partir de ahora todas las procesiones y actos confesionales solo los concejales del PP y de Ilicitanos? ¿Irá el alcalde a las procesiones del Domingo de Ramos y las Aleluyas? ¿Presidirá Carlos González la Trencà del Guió? ¿Asistirá al Misteri? ¿Seguirá recibiendo a Cantó en el Ayuntamiento tras su cabalgada para anunciar el hallazgo de la Virgen? En todos estos casos –o en algunos– se aplicaría el párrafo segundo del segundo apartado del artículo undécimo, y con justificar que hay "razones históricas consolidadas" y que el acto en cuestión tiene valores culturales que trascienden su esencia religiosa, arreglado y sin remordimientos. Por ejemplo, Mireia Mollà podrá argumentar que acude a la procesión de las Palmas como responsable de Turismo, por tratarse de una fiesta cívico-cultural de interés turístico internacional. Por ahí se librará de incumplir el código y que la tachen de mala gobernanta y de opacidad ideológica. El primer alcalde de la actual etapa democrática, el socialista Ramón Pastor, siguiendo unos preceptos instaurados en el ADN de todo socialista veterano, se negaba a ir al Misteri y a las procesiones. Algún correligionario más veterano –y radical, por supuesto– incluso comentaba en voz alta en su entorno que lo mejor que se
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