Page 89 - La Libreta Gris - La otra crónica de Elche: 2008-2017
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no estamos acostumbrados aún a que los gobernantes nos pidan nuestra opinión (al menos hasta la llegada de Àngels Candela a Participació) en aspectos que no tengan que ver con quienes van a regir nuestros destinos en los cuatro años siguientes. Esto no es Estados Unidos, donde además de para gobernadores y cargos similares, se hacen a la vez infinidad de votaciones sobre temas tan dispares como si se legaliza la marihuana con o sin filtro, si se puede silbar por la calle a las tres la tarde o si se permite utilizar los mondadientes en la barra de un bar mientras uno se rasca la oreja. Cuando hay una consulta de este tipo por estos lares, la ciudadanía la acoge con prevención.
Luego están los resultados y lo que los políticos hacen con ellos. En agosto de 1990, el entonces alcalde Manuel Rodríguez convocó un referéndum para que los ciudadanos decidieran cómo querían que fuera la nueva Glorieta, decidido como estaba a devolver a esta emblemática plaza el esplendor que la reforma de finales de los años sesenta le había arrebatado. Se presentaron cinco alternativas: con fuente nueva, con la que había, sin fuente, con templete y sin templete, con fuente y templete, etc. Ganó por amplia mayoría la que contemplaba recuperar la estructura de madera donde tocaba la banda musical, y el alcalde, como no podía ser menos, se comprometió a ejecutar esa opción. ¿Ven algún templete en el centro de la Glorieta? Pues ahí tienen por dónde se pasaron los gobernantes –los que había entonces y los que vinieron después, todos del mismo partido, el PSOE– los deseos de los ciudadanos (al menos de los 1.599 que votaron).
Ahora, para curarse en salud, los gobernantes ya han advertido que el resultado de la votación no será vinculante para el jurado, aunque se tendrá en cuenta la "sensibilidad" ciudadana a la hora de adoptar una decisión. Veremos. Se da la opción a los visitantes de votar entre tres opciones: una especie de caja de zapatos (o un paralelepípedo, para los más finos) que lleva el nombre de una sonata de Bach (o de un modelo de coche), BWV988; otro con varios pabellones, y muchas aristas y puntas, el Nautilus, y un tercero, como si fueran varios tuppers desordenados envueltos en una redecilla blanca, llamado Umbrella. Este último es, al parecer, el que más gusta, probablemente porque puestos a colocar un edificio, al menos que sea lo más raro y llamativo, tipo Guggenheim pero en modesto. Pongamos que sale éste, que además, parece que es el más caro, ya que aunque sus autores dicen que costará unos diez millones, el desembolso final seguramente superaría con creces esa cantidad, como suele suceder. Pues nada, se elige el modelo Paraguas, y entonces ¿qué hacemos? ¿dónde
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