Page 156 - Las Clarisas en Elche
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Apéndice documentAl
de fragancia y olor suavíssimo. La piedad christiana, y devoción del concurso, explicó el buen dictamen que tenía formado de sus muchas virtudes, en el ex- ceso de tocar a su cuerpo los rosarios, y otras diferentes alhajas, teniéndose por muy dichoso el que podía conseguir alguna que huviesse sido de su pobre uso. Diéronle señalado sepulcro en la iglesia antigua del mismo monasterio, y por muchos años invocaban los fieles su poderosa intercessión en sus grandes cui- dados, y necessidades, experimentando a su favor multiplicadas maravillas. Mi venerable doctor Montesinos dice que en su sepulcro se leyó por mucho años la siguiente latina inscripción, que fielmente copiada, decía assí:
D. O. M.
Hic expectut Ressurrectionem Serva Dei Angela Martinez a Miedes, Religiosa Instituerix Hujus Monasterij Seraficii; fuit Virgo Extatica Mirabilis austeritate Vite, et rerum Devinarum Contemplatione. Obijt plena miris, Virtutibus, et Magna Sanctitatis fama, Anno mDxxvii.
Die ii Julij AEtatis Sus lxxvl Ob memoriam Hujus Virginis Venerabilis, Posiut Istum Lapidem Doctor Don Jacobus Mira, Presbyter.
La venerable madre sor doña Madalena Luján, fundadora de este monasterio
[Dibujo de la religiosa sobre escudo]
La extática y venerable madre sor doña Magdalena Luján, virgen muy agra- dable a los ojos de su esposo Jesuchristo, nació de muy nobles padres, que lo fueron don Sebastián Luján, capitán retirado de Infantería, y doña Matilde María Gutiérrez, ambos muy exemplares en la villa de Elche; por su innata vir- tud, y natural inclinación al retiro, con consentimiento de sus virtuosos padres, vistió el ábito de San Francisco de la primitiva regla seráfica madre Santa Clara en el monasterio de San Juan Bautista de la Penitencia, de la ciudad de Orihuela (del que después fue maestra de novicias, sacristana mayor y dos vezes abadesa vigilantísima), pasó según dice el chronista franciscano fray Manuel de Ortega, a fundar a la antiquísima villa de Elche, el célebre, y muy ejemplar monasterio del dulce misterio de la Encarnación en el año de 1517, en el que por renuncia de su doctísima compañera la venerable extática sor doña Ángela Martínez de Miedes, fue la primera reverenda madre abadesa, empleo que supo manejar con tanta prudencia, zelo, amor, y vigilancia de sus religiosas, y actividad, que fue
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