Page 56 - Con Olor a Hierro - Charo Martinez
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Cuando le veía se me encogía el estómago como si me lo estrujaran con las dos manos y sentía esas mariposas que dicen los argentinos. La única vez que hicimos una excursión con la Academia al Pantano, se apoyó ligeramente en mí para sacarse un cristalito que se le había clavado en el pie, casi me da un ataque, me sudaron las manos a chorros durante todo el día.
Aquello me duró un año, hasta que mi amor se marchó de la Academia, en donde, la verdad, era una persona bastante problemática.
Como estudiante no era mala en absoluto, me bastaba darle un repaso a cualquier tema para aprendérmelo sin ninguna dificultad. En una ocasión, un grupo de alumnos fuimos en tren a la central de la Ripollés en Alicante para examinarnos de ortografía, yo obtuve “Sobresaliente con Honor”, aun guardo el diploma. Fue un día especial porque después del examen estuvimos un rato en la playa, allí tomamos bastante el sol y a la vuelta, también en tren, tenía la cara colorada. Me sentía muy orgullosa y contenta con el diploma.
En el viaje de vuelta a Elche, Juan Alvarado, un compañero de clase me regaló unas hojas con unos versos que había escrito para mí. Juan era un chico del campo, muy tímido y no sé cómo fue capaz de reunir el valor suficiente para hacer aquello y decirme que yo le gustaba desde hacía mucho tiempo. En esos momentos me sentí la criatura más bonita del mundo, ya que ese sentimiento era nuevo para mí, porque crecí siempre llena de complejos e inseguridades. Tenía la esperanza de que me pasara como a las demás niñas de mi edad, que poco a poco fuera cambiando mi persona y mi mundo.
De todas formas, durante aquel tiempo sólo vivía para estudiar y escuchar música. Paul Anka y Elvis Presley eran mis ídolos junto con otros muchos guapos del cine y la canción como Ricky Nelson, Frankie Avalon y entre todos ellos Pat Boone.
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