Page 59 - Con Olor a Hierro - Charo Martinez
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Al cabo de pocos meses de estar viviendo en el taller nos pudimos cambiar al piso de arriba ya terminado. Al arquitecto que hizo los planos deberían colgarlo por los pulgares como en la edad media, porque ¿a quién se le ocurre poner el cuarto de baño dentro del comedor? para que los olores y los ruidos inundaran el comedor en los momentos más inoportunos. No le encuentro explicación. No es por sacar defectos, pero mi padre, a pesar de su cultura, puestos a hacer las cosas mal, era el Non Plus Ultra, (y ahora no me trago la cuartilla).
Pero bueno, pude tener mi propia habitación, con la cama a la derecha contra la pared y a continuación una coqueta negra con espejo basculante que perteneció a mi abuela y que quedó preciosa cuando la decoré con unas faldillas de tela color rosa como las que había visto en los tebeos de “Las aventuras de Florita”, un pequeño armario para mi ropa y ¡el balcón que daba a la calle!, ¡Qué maravilla!, completaban mi pequeño universo, en la pared, por supuesto, colgué con “fixo” las postales de mis guapos preferidos. Aquel cambio significó un mundo para mí.
Fue difícil acostumbrarme a vivir en las afueras, sin embargo, era un barrio tranquilo rodeado de huertos de palmeras, durante el día todo era muy bonito, pero en cuanto anochecía era oscuro como la boca de un lobo, yo pasaba mucho miedo cuando tenía que volver sola a casa.
En la casa nueva, la relación entre mis padres no mejoró, sino todo lo contrario, mi madre seguía dándonos disgustos y yo seguía pasándolo mal. Como conmigo ya no podía contar cuando le daba uno de sus ataques de ira y se quería marchar a Alicante porque yo me negaba en redondo, entonces, al no poderse salir con la suya, me consideraba su peor enemiga y con todo desprecio me decía que yo era igual que mi “jodío” padre.
Lo que no me esperaba es que, después de los 12 años, al entrar en la pubertad en vez de desarrollarse mi cuerpo se me iba a desarrollar un gran COMPLEJO DE INFERIORIDAD
Años más tarde comprendí el cómo y el porqué de lo que me estaba pasando. La inseguridad que sentía ante el problema que había en mi casa con mis padres, con sus malas caras, discusiones subidas de tono, gritos, amenazas, falta de dinero y el poco que había mal administrado, y, por si fuera poco, teníamos un elemento infiltrado en mi familia, el aprendiz de mi padre o sea el hermano de mi madre, una persona que plantó mucha cizaña en mi casa, siempre hablándole a mi madre por lo bajini para conseguir sus cosas. Mi padre siempre le consideró un aprendiz y un aprieta tuercas porque nunca quiso estudiar nada para intentar mejorar su vida.
Este muchacho era especialmente cruel conmigo, no cruel en el sentido físico, sino que me hacía mucho daño psicológico.
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