Page 60 - Con Olor a Hierro - Charo Martinez
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A lo mejor no se daba ni cuenta, pero me machacaba continuamente resaltando una y otra vez mis defectos físicos, me ridiculizaba ante cualquiera, metiéndose con mi estatura, que si parecía una lechuza con las gafas, que si tenía unas orejas enormes, que si mis dientes estaban desordenados, etc.
A esa edad todo te afecta mucho y empecé a tartamudear. No el tartamudeo típico de las personas que tienen esa discapacidad, sino un bloqueo mental insuperable para pronunciar palabras con la “P” o con la “M”. Por ejemplo, yo no podía decir ¡Parada!, para bajarme del autobús, la “P” no me salía y, mentalmente tenía que buscar otras alternativas verbales o rezar para que alguien se bajara en esa parada.
Me sentía tan insegura y tan insignificante que pensaba que, si estaba solamente yo en la parada del autobús, este no vendría sólo a por mí. Cuando había alguna otra persona, respiraba aliviada. También pensaba que en cualquier rifa, sorteo o lotería cuando le hubiera tocado el premio a todo el mundo, entonces me tocaría a mí.
Hay un refrán que dice -” El que no alabes mis virtudes, no esconde tus faltas”- Algo así les debe suceder a las personas que continuamente ridiculizan a otras y se sienten superiores haciendo que los demás se sientan inferiores.
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