Page 397 - Elche en guerra 1936-1939
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Los discursos políticos
se muestra incapaz de hacerle frente y que, por tanto, debe dejar paso a quienes sí están dispuestos a actuar. Es curiosa también la observación relativa al “periodo revolucionario y de agitación social” que según el semanario España estaba viviendo y que, como hemos podido comprobar en lo que a la ciudad se refiere, era más un tiempo favorable para mejorar la situación de los trabajadores y no tanto un tiempo de revolución que, salvo minorías tan radicalizadas como insignificantes, nadie se planteaba. En cualquier caso, el comentario parece que ayudaría sin pretenderlo a justificar el propio golpe de estado:
“Convendrán con nosotros los hombres de buena fe, que en la lucha contra la ac- ción del pistolerismo han quedado agotadas todas las invocaciones a los sentimientos humanitarios de quienes lo fomentan y lo practican (...)
Como ayer el capitán Faraudo, hoy ha sido el teniente de Asalto Castillo, la víctima propiciatoria de los desmanes fascistas (...) Los que en Octubre se pudieron salvar de la muerte para ir a abastecer las cárceles del país, caen ahora, en la República, por la que lucharon, alevosamente asesinados en la calle. Esto ni puede continuar ni creemos que el Gobierno esté dispuesto a consentir que continúe. El empalago de la juricidad y de la legalidad nos parece que suena mal en un periodo revolucionario y de agitación social cual el que estamos viviendo (...) Si el Gobierno anda remiso en la adaptación de medi- das que de verdad tiendan a la eliminación del fascismo y, por tanto, del pistolerismo en el país, que lo diga ya claro y raso para evitarnos equívocos y para que pase a eliminarlo quien de verdad para ello le sobra disposición y le rebasan ya las ansias que de ello le posee (...) Y que conste que ya no podemos ni debemos soportarlo más”.221
El Obrero no se publicó el domingo siguiente al 19 de julio, lo que da una idea de la efervescencia del momento y de la vorágine creada por un golpe de estado reconvertido en guerra civil en muy pocos días. Es significativo también que el semanario mencionara, en su primer número a partir del conocimiento de las nuevas circunstancias, como máximos responsables de una guerra que comenzaba a atisbarse, nada menos que a José María Gil Robles y a Juan March. Al primero, como es sabido, su simpatía hacia los golpistas no le fue precisamente correspondida:
“España contra la abyección fascista. Pedimos la extradición del bandido Juan March y del criminal José María Gil Robles. Sus crímenes y sus repugnancias no deben haber fronteras que los guarden.
221 El Obrero, 19 de julio de 1936, n. 513. “El pistolerismo en acción... La muerte del teniente Castillo”. Sin firma.
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