Page 36 - La revista musical y las variedades en Elche
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proyección nacional, en este último apartado, fue en Elche la indiscutible Mary Lledó que como las cuatro anteriores llenó los teatros locales.
La mujer ha sido elemento importante en la revista española. Distintas las vedettes y la vicetiples en sus formas o en su totalidad y sin embargo todas iguales en la expresión de su feminidad desenfadada, risueña y ágil.
Para ingresar como vicetiple sólo se exigía el certificado de un primer actor que le reconociera haber realizado el meritoriaje de seis meses, como en cual- quier otra categoría de artistas teatrales. Con ese certificado quedaban censadas y se les podía expedir el carné, equiparable al título profesional.
En mayo de 1935 el Jurado Mixto de Espectáculos Públicos eleboró unas bases de trabajo para las vicetiples, incluidas en el censo general de actores que para ellas, por sus condiciones distintas, no debían tener aplicación (Romero Cuesta: 1935).
“No es tan fácil como parece”-, decía sin embargo el maestro Font en una entrevista (Valverde: 1930), de cuya academia salieron muchos cuplés y artistas de renombre. “Para ser cancionista -aseguraba-, se requieren muchas cosas que no hacen falta a la mujer en otra profesión. Primero ser joven. Ser guapa. Tener alguna voz...”
Después de los maestros, era el agente teatral quien acababa de “hacer” a la artista. Luego el público se encargaba de deshacerla o de consagrarla.
Muchas chicas accedieron a primera vedette desde las variedades o el grupo de ballet clásico que llevaba la compañía o porque sus madres ya formaban par- te de una de ellas, como Conchita Velasco y Queta Claver, que fueron después reconocidas actrices del teatro y el cinema.
Vedettes revisteriles de la nueva ola, desfilaron por las pasarelas con sos- tenes de pedrería, braguitas de tisú, dieciocho plumas de avestruz en la cabeza y una cola de encaje de tres metros bordada con lentejuelas, después de cantar y bailar rumbas y mambos, chachachás y bayones, con expresividad que resu- citaba a un muerto de catorce días, conquistadoras de su celebridad merced a actividades inequívocamente frívolas, determinaron pasarse al verso, repre- sentar comedias de altura y fueron tan aplaudidas como en libretos apicarados ( Retana: 1964, 13-14 ).
La moralidad de las chicas del escenario
Volviendo a la honestidad, nunca falta el caballero de mediana edad, rico y elegante, dispuesto a ayudar a la joven y bella actriz. Si a las cómicas tradi-
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