Page 37 - La revista musical y las variedades en Elche
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cionalmente se les ha asociado con una conducta sexual licenciosa, en el caso de las chicas de la revista y los espectáculos de variedades es obvio que dicha asociación se supone sin más, como un simple lugar común (Ríos Carratalá: 2005 b, 12-84).
Una chica de revista, de años pasados, que llegó a la meta de sus sueños y fue una primerísima vedette, refería: La “mujer desnuda” del teatro no está desnuda en realidad: el movimiento, el ritmo, la luz, la solidaridad con las de- más figuras y el decorado la envuelven (...). Y también hay que distinguir en- tre lo que es desnudarse materialmente y lo que es desnudarse moralmente... Nosotras nos desnudamos materialmente nada más; pero conservamos intacto nuestro pudor moral”.12
En la zarzuela Príncipe de Carnaval (1920), Elena Cortesina se mostró por primera vez desnuda en un escenario, en la historia del teatro español y del gé- nero en particular. Elena era una beldad ateniense según Álvaro Retana, como puede comprobarse en su libro Historia del arte frívolo (1964), que al correr el tiempo actuó como actriz dramática en la compañía de Lola Membrives con papeles de responsabilidad.
Elena Cortesina lució sus encantos en el Teatro Reina Victoria de Madrid, y las canciones y números musicales de la obra, dejaban entrever los caminos que emprendía el nuevo género:
Yo adoro el desenfreno.
Mi reino es la locura
y salgo de una orgía,
y emprendo una aventura...
Pero nada hace dudar de la honradez de Elena cuya carrera acabó como la de muchas otras artistas y como era el fin de cualquier mujer honrada de aquella época, en el matrimonio que contrajo con el pintor Fontanals en México (Re- tana: 1964, 225).
Si unas fueron honradas y otras no, como en cualquier familia y profesión, es algo que sólo a ellas atañe. Cosa diferente es la fama y esa no era muy buena.
Cierto es que fueron muchas las que tuvieron una vida tormentosa, llena de escandalosos amoríos y algunas acabaron trágicamente; muchas las que pasa-
Texto del diálogo, y declaraciones de una chica de revista, una vedette, al director de la publicación semanal Crónica, Antonio G. de Linares (1934), “Defensa del teatro frívolo... y moral verdadera de su supuesta inmoralidad”, pp.19-25.
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