Page 107 - Agua, Tierra y Capital
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de sus cultivos eran la única fuente de riqueza que la sociedad ilicitana generaba antes de la industrialización, por tanto, de este sector ha de proceder el capital inicial que ponga en marcha las primeras manufacturas y fábricas. Miranda Encarnación hará especial hincapié en la renta de la tierra, de ello es representativo el caso de los Revenga322, Ferrández o Torregrosa, por el contrario, otros fijarán sus hipótesis más cercanas al origen mercantil de dicho capital323, como podría haber sido el caso de los beneficios que generara el mercado de la granada, el vino o la vid en el caso de Elche, pero también es necesario tener en cuenta el capital proveniente de la tradición molinera, como fuera el caso de Esteban Parrés324. Pero no hemos hallado suficientes documentos que ofrezcan datos cuantitativos sobre este comercio, que nos ayuden a llegar a esta conclusión, así que por el momento, hemos de conformarnos con el análisis de las consecuencias.
El problema es que, entre los datos que muestran el calado de la crisis de la agricultura ilicitana y el progreso de la industria falta un eslabón, algo que responda la pregunta, si, como ya hemos visto, el camp d’Elx padecía una grave crisis que venía arrastrando desde hacía décadas, ¿cómo fue capaz de generar la renta suficiente como para convertirse en capital inicial de la industria? Desde nuestro punto de vista, hemos llegado tres posibles respuestas: una primera sería la siguiente: aunque la crisis de la agricultura existe, sus beneficios fueron suficientes como para, en parte, ser reinvertidos, por tanto, los documentos que hablan de la situación crítica del camp d’Elx responden a exageraciones inte- resadas. Una segunda respuesta habría que hallarla en otro origen del capital, como fuera el caso de muchos pequeños comerciantes o artesanos ingleses325, el beneficio de la artesanía fue suficiente como para convertir los talleres en fá- bricas que pronto multiplicaron la rentabilidad y pusieron en marcha el capital necesario para iniciar el ciclo, como es el citado caso de los molinos y las alma- zaras. Por último, una tercera respuesta se hallaría entre funcionarios, políticos y profesionales liberales o prestamistas que decidieran destinar una parte de sus salarios o beneficios a la inversión en la creación de empresas, quizá motivados por contactos con otros industriales de éxito de fuera de la ciudad.
Ya que, como hemos dicho, no tenemos series documentales cuantitativas, será la naturaleza de la primera burguesía industrial la que nos aporte algunas
322 Ibidem, p. 129.
323 ASHTON, T. S.: La revolución industrial... op. cit., p. 112.
324 MIRANDA ENCARNACIÓN, José Antonio.: Hacia un modelo industrial... op. cit. p. 130.
325 ASHTON, T. S.: La revolución industrial... op. cit. p. 114.
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