Page 41 - Agua, Tierra y Capital
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el historiador británico aporta un análisis válido para explicar el nexo entre la primera industrialización y flujos de capital relacionados con la dimensión co- mercial de la agricultura de la vid o la granada desde mediados de la década de los setenta hasta los últimos años del siglo.
La acumulación de capital agrario que tiene lugar en Cataluña a consecuen- cia de la coyuntura favorable del mercado francés en los años setenta101, no se desarrolla con la misma intensidad en el caso ilicitano. Pero parece claro que en Elche surge un capital producto del comercio exterior, y que, en parte, revierte en la primera industria alpargatera. Los propietarios ilicitanos son conscientes, a pesar de la fuerza con la que intentan impulsar un movimiento social agrario –de orientación regeneracionista y neofisiócrata-, de la perspectiva incierta y arriesgada que presenta el sector agrario, como hemos visto, sometido a sequías e inundaciones imprevisibles- y a la misma vez, de la mayor rentabilidad que ofrecía la inversión en la producción de alpargatas, un valor muchos más segu- ro. Es decir, a mediados de la década de los ochenta, muchos ilicitanos sabían ya que el negocio de la industria era el futuro de la ciudad. Quizá por ello, la agricultura va pasando a un segundo plano. Cuando los semanarios locales de- nuncien la falta de inversión, no sólo se referirán a los campos de cultivo en sí, sino al deficiente mantenimiento de los sistemas de regadíos102 y, en definitiva, a un desánimo y a una sensible falta de confianza en el campo.
La crisis estructural de la agricultura, la baja rentabilidad productiva y, a su vez, la falta de inversión, causa de la obsolescencia del sector por falta de innovación y mecanización, son un círculo vicioso característico de la agricul- tura ilicitana. No obstante, aunque el caso de Elche es bastante representativo de este bucle, como hemos podido ver hasta el momento, la crisis del camp d’Elx produce un conjunto de respuestas fundamentales en la modernización de la ciudad, sobre todo porque, a pesar de los enormes déficits que arrastraba el sector desde finales del siglo XVIII, parte de la tierra y el agua se encuentra en manos de una inquieta burguesía urbana que no dejará de ser un elemento creativo y activo durante el último cuarto de siglo. Por tanto, más que ante un sector en crisis, nos encontramos ante un grupo de hombres –la Comunidad de Propietarios y su órbita, antes y después incluso de su fundación- dispuestos siempre a ingeniar soluciones, que incluso a corto plazo, presentarán un terri- torio fecundo para el éxito de la contemporaneidad. El ejemplo del propietario Joaquín Santo, Manuel Campello o incluso el de Pascual de Bonanza o incluso Luis G. Llorente son significativos de este perfil.
101 NADAL, Jordi.: El fracaso de la revolución industrial... op. cit. pp. 73-74.
102 “También los pueblos se suicidan!”, 30 de marzo de 1884. op. cit.
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