Page 14 - Las Clarisas en Elche
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IntroduccIón
exterior del monasterio.5 Además existían porteras, depositarias de los caudales del convento, roperas o responsables de la ropa de la comunidad, y escuchas, encargadas éstas últimas de permanecer a la escucha cuando alguna religiosa tenía visita en el locutorio (estancia en la que, a través de una reja, se permite la comunicación verbal entre las visitas exteriores y las monjas de clausura), con el fin de que la conversación concurriera dentro de los límites recomendados por la comunidad.
Será a partir de la bula Circa pastoralis officii de Pío V (1566) cuando la vida contemplativa entre en el rigor que ha llegado a nuestros días. Rigor que tuvo sus repercusiones tanto en la conformación de los espacios del monasterio, como en la vida diaria de las religiosas. Se recomendaba que la clausura fuera estricta y sólo se admitía la entrada a la misma del confesor, médico y capellán, que celebraba la eucaristía ante las religiosas enfermas que no pudieran acer- carse al coro. También podrían entrar las dignidades eclesiásticas, acompaña- das por el confesor o visitador. Como excepción estaba la entrada de albañiles, hortelanos o sepultureros, únicamente cuando hubieran de ejercer funciones de sus respectivos oficios. El recinto también se reforzó con rejas, cerraduras, paredes y tornos, que separaban a las religiosas del mundo exterior.6
Al ingresar al convento, la futura religiosa se convertía en postulante. Tras uno o dos años en los que convivía con la comunidad para acercarse a la vida monástica y verificar su propia vocación, tomaba el hábito de novicia, con velo blanco. Tal estado duraba otros dos años en los que se formaba como religio- sa bajo la supervisión de la mencionada maestra de novicias. En este tiempo imitaba la conducta y comportamiento de las monjas y la interiorización de los preceptos religiosos. Al término del noviciado tomaba los votos simples o profesión temporal, en la que se le entregaba el hábito marrón, el velo negro y la corona franciscana, y ya era considerada como monja. Tras otro periodo de reflexión, que podía durar entre tres y seis años, realizaba los votos perpetuos o profesión solemne en una ceremonia pública. Dado que la religiosa es con- siderada como la esposa de Cristo, la ceremonia de profesión tiene un carácter simbólico de esponsales con Jesús.
La comunidad clarisa ilicitana, como la mayoría de conventos españoles, se constituyó bajo las reglas aprobadas por Urbano IV, es decir, bajo las normas
María Teresa péRez caNo, Patrimonio y ciudad. El sistema de los conventos de clausura en el centro histórico de Sevilla, Universidad de Sevilla, Sevilla, 1995, p. 381.
Leticia sáNchez heRNáNdez, «Veinticuatro horas en la vida de un monasterio de los siglos xvI y xvII», Cuadernos de Historia Moderna. Anejos, 8 (2009), p. 199-227.
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