Page 16 - Con Olor a Hierro - Charo Martinez
P. 16

Siendo jovencita, casi adolescente, se enamoró de un chico de raza gitana, con el consiguiente disgusto para Mercedes madre que no estaba en posición de elegir novio para su hija mayor, pero que, dentro de su miserable condición en la vida, el emparentar con un gitano era ya el “no va más” del caer bajo.
Tiempo después, Mercedes hija se quedó embarazada del gitano y dio a luz a un niño al que llamaron Andrés. El padre no se hizo cargo de la situación y desapareció del entorno. Entonces Mercedes hija, para poder seguir trabajando, entregó al niño a la Beneficencia. Las monjas, seguramente muy buenas mujeres, aunque también acostumbradas a ver tantas desgracias y situaciones desesperadas, miraban con desprecio a las dos Mercedes cuando iban por allí, seguramente pensarían que “de tal palo, tal astilla”.
Con 20 escasos años, cuando conoció al Sr. Pepito, Mercedes hija trabajaba como limpiadora en la ferretería J. Farell Perich de Alicante. Este hombre, mucho mayor que ella, le propuso ir a Elche para trabajar como sirvienta, atender a él y a su hijo de 14 años, ocuparse de la casa y cocinar. También le dijo que podía llevarse a uno de sus hermanos para que trabajara como aprendiz en el taller. Con las duras condiciones que estaba viviendo Mercedes hija en su casa, escapar del hambre y encima poder llevarse a uno de sus hermanos con ella, era algo que no merecía pensarlo dos veces. Por supuesto que aceptó, pero de momento iría ella sola.
Cuando llegó a Elche, a casa del Sr. Pepito, su decepción fue mayúscula pues la casa – taller era lo más alejado a lo que ella, con su desbocada imaginación había soñado. De todos modos, se quedó. Siempre sería mejor que lo que tenía.
El Sr. Pepito, humillado por su esposa legítima, blanco de las burlas disimuladas de vecinos y parientes, pero orgulloso dentro de su infinita miseria, y la pobre chica con un doloroso pasado, arrastrando hambre y hermanos, con la madre alcoholizada y por si fuera poco con un bebé en la “Beni”, no tardaron en amancebarse.
Algún vecino, seguramente con una retorcida intención, le comentó al hijo adolescente que su padre había dejado embarazada a la criada, porque el Sr. Pepito ni siquiera tuvo el valor o la decencia de decírselo en persona.
Al cabo de pocos meses de estar en su nueva casa, el hijo adolescente del Sr. Pepito, observó que Mercedes lloraba y lloraba día tras día. Al final se enteró que el niño que tenía en la Beneficencia había muerto, era muy pequeño y había nacido de una mujer con mala alimentación y de un parto casero y sin cuidados. Las monjas nunca le mostraron el cadáver del niño ni tampoco le dieron documento alguno, por lo tanto, quien sabe si en realidad murió o lo dieron en adopción a otra familia. Ese tipo de cosas ocurrían entonces con mucha frecuencia, sobre todo con los hijos de madres solteras o de prostitutas sin medios para defenderse ni conocimientos para reclamar. ¡Cochina miseria!
15



























































































   14   15   16   17   18