Page 17 - Con Olor a Hierro - Charo Martinez
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El hijo adolescente recibía cartas de su madre, pidiéndole que se fuera a vivir con ella a Tarragona, donde ya estaba instalada y disfrutaba de una buena posición económica y prometiéndole también que le daría estudios. El adolescente tenía sus reservas respecto a irse a vivir con su madre y con el militar de alta graduación con quien se había emparejado y vivía, pero tampoco encajaba lo más mínimo con el oficio de mecánico y encima le tocaba sufrir la frustración y el despotismo de su padre, se lo pensó mucho, pero finalmente se marchó. Así que, cuando nació la hija del Sr. Pepito, el adolescente ya no estaba en su casa.
Habría mucho que decir sobre la convivencia tan difícil o, por decirlo de un modo más claro, sobre las peleas y broncas de esa pareja que se había formado de manera tan inusual, tan a destiempo y con unos cimientos inexistentes.
El Sr. Pepito y Mercedes, ¿Sería la diferencia de edad, la diferencia de cultura, el desprecio que sentía el Sr. Pepito hacia su legítima esposa, la venganza de Mercedes hacia la vida que la trataba tan mal? ¡Cualquiera sabe! La cuestión es que vivirían juntos muchísimos años, arrastrando con ellos a quien se pusiera por delante, pasándose por el forro las conveniencias sociales, las críticas, los comentarios y, sobre todo muchos años de horrible y desastrosa convivencia. Eso sí, el Sr. Pepito nunca le levantó la mano a Mercedes. Él era un caballero de la vieja escuela y según decía, “a una mujer no se le pega ni con el pétalo de una rosa”. Tampoco es que Mercedes hubiera consentido el maltrato físico, porque, como el Sr. Pepito decía, era una mujer de “rompe y rasga”, sin cultura, pero con una gran carga de “gramática parda” y un genio de mil demonios.
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