Page 27 - Con Olor a Hierro - Charo Martinez
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En Mayo hacíamos las consabidas tarjetas para el Día de la Madre y recitábamos ante una Inmaculada Concepción que había en la clase, al lado de un reloj y de una foto de Franco y otra de José Antonio, la poesía que todas nos sabíamos.
“Como soy tan pequeñita y tengo tan poquita voz, sólo te puedo decir ¡Viva la Madre de Dios!”
Todo muy franquista, todo muy años 50. Pasando por en medio de la clase se accedía a la cocina, donde siempre estaba la criada del cura, al fondo un pequeño jardín que nos servía de recreo.
De las alumnas de ese colegio recuerdo a una niña, María Cristina se llamaba, que hacía un movimiento muy extraño. Cuando estaba sentada, lo hacía en el borde de la banqueta, de modo que, moviendo una pierna, se frotaba el sexo contra ella. Esa actitud provocaba que Doña Clarita le diera “chicharros” en la cabeza con el nudillo del dedo corazón y el puño cerrado. Aquella niña siempre olía a bacalao.
Fue en ese colegio donde por primera vez y luego continuamente, me pidieron El Libro de Familia, a lo que yo tenía que responder. - no tengo porque mis padres no están casados -. Situación muy irregular para la época, PELIGRO, ¡¡PELIGRO...!!
Así es que permanecí algún tiempo en ese colegio por pura caridad, no reunía los papeles necesarios para una estancia en toda regla, pero mientras no molestara... Allí empecé a sentirme como una apestada y a experimentar lo que era la vergüenza. También comencé a darme cuenta de lo desastre que era mi pobre madre en las cuestiones domésticas. Me pusieron una mala nota en Aseo Personal y la maestra me explicó que fue porque mis “babis” siempre tenían manchas de aceite. Y era verdad, mi madre, una mujer nerviosa y atolondrada, no gastaba el trabajo de lavar a mano las manchas de la ropa. En una ocasión me cosió el dobladillo del “babi" con hilo de otro color y con unos “puntarrajos” tan apretados que tuve que decir que lo había cosido yo para no reconocer que mi madre era como era.
Después me trasladaron a otro colegio en mí misma calle, frente a la cordelería-espartería de “Los Marracucs”, en el nuevo colegio las chicas estábamos en el piso de arriba y los chicos en la planta baja.
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