Page 35 - Con Olor a Hierro - Charo Martinez
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Con todo lo mala e incómoda que era mi casa de Elche, yo veía la casa del Castillo como algo irreal y de otro mundo. Habitaciones sin puerta, sólo con una cortina, un hornillo en un rincón, ropa tendida en una cuerda entre dos palos, tierra y barro, olor raro, mezcla de hoguera, comida y humedad y ese misterio mágico y a la vez terrible de saber que allí habían vivido los moros y que después fue prisión. ¡Cuántas historias podrían contar esos muros de piedra si pudiesen hablar!
Años después el Ayuntamiento habilitó viviendas sociales en el Barrio de Rabasa y mi abuela y mis tíos se fueron a vivir allí. Pero la historia de mis viajes a Alicante con mi madre, se repitieron una y otra vez con cada bronca o cada pelea, la mayoría de veces provocadas por mi madre, precisamente para ir Alicante.
De cualquier forma y a pesar de lo fuerte que hubiera sido la discusión y mi madre perjurara que no volvería nunca más, mi padre nunca fue a buscarnos, y tenía que ser mi madre, con el rabo entre las piernas, la que volviera a casa, y otra vez, vuelta a empezar.
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