Page 219 - Elche en guerra 1936-1939
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Los discursos políticos
Antes de la guerra estuve de aprendiz de dependiente en Brotons, en la calle del Salvador, porque mi padre no quería que yo fuese zapatero. Fui muy poco al colegio y estuve también en la academia de Guilabert. Cuando comenzó la guerra, los de las Juventudes –comunistas, socialistas y libertarias– nos incorporamos a los servicios de patrullas y yo fui uno de tantos. Cuando la CNT adquirió el local de las monjas en la calle Ramón y Cajal, nosotros lo hicimos en la casa de Canales en la calle Eduardo Dato. Luego me marché al frente y donde estuve fui el coordinador del movimiento libertario al estar en unidades con mandos de la CNT.
Desde mi punto de vista, en la guerra hubo dos campos delimitados dentro del bando republicano: comunistas y no comunistas. Eso estuvo claro desde el princi- pio. Los no comunistas tuvimos que ceder ante el chantaje de la URSS. Por eso se explica el auge delos comunistas en España. Cuando han tenido ocasión de liquidar a un elemento que les ha molestado, lo han liquidado, de los nuestros y de los que fueran. En mayo de 1937 se cargaron en Barcelona a un montón de gente. Se valie- ron de todas las artimañas. La dirección comunista nunca se planteó un sistema de vida humanitario y prueba de ello es dónde han ido a parar. Aparato estatal y aparato de partido. Si en un estado democrático la burocracia influye mucho, en un sistema comunista lo influye todo. Así han quedado, desprestigiados, aunque teóricamente parezca bonito. Nosotros éramos comunistas libertarios, no dictatoriales ni autori- tarios”.39
En definitiva, muy pocos iniciados pero hombres que hacían del anarquismo una manera de vivir. Hombres y no tanto mujeres: al margen de militantes femeninas en la CNT, que las hubo, no conocemos ni un solo caso de trayectorias significativas por parte de anarquistas ilicitanas. En el caso de Elche, por tanto, el anarquismo fue cosa de hombres. Hombres que buscaban una sociedad tan perfecta como utópica y, puesto que luchaban por el mejor de los mundos, eran tremendamente exigentes en sus vidas privadas. Una especie de monjes ateos, vegetarianos, nudistas y naturistas que rechazaban el tabaco, el alcohol y cualquier vicio que les alejara de la sociedad idílica por la que luchaban desde el apoliticismo y el sindicalismo. Si defendían el amor libre, lo entendían como la unión libre –así las llamaban– entre un hombre y una mujer sin pasar ni por la Iglesia ni por el Registro Civil. Era el sindicato la única instancia adecuada para hacer pública una relación sentimental sin más compromiso
39 Testimonio de Liberto López Román, 15-II-1985, 25-I-1992 y 31-III-2005. Tuvimos la ocasión de conversar en varias ocasiones más y se trata de un hombre cabal, lúcido y muy crítico respecto a su propia trayectoria y a la de sus compañeros. Un hombre además que rechazaba el más mínimo protagonismo. Hemos sabido de su muerte mientras redactábamos este trabajo. Sirvan estas líneas de homenaje a una trayectoria intachable.
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