Page 345 - Elche en guerra 1936-1939
P. 345
Los discursos políticos
Juan Hernández Rizo (noviembre de 1936-diciembre de 1937)
Juan Hernández Rizo (Elche, 1892 - Vilafranca del Penedés, 1937). Fue alpargatero, contable y ejerció también como maestro. Militó desde 1911 en las Juventudes Socialistas. Tuvo un papel significativo en la UGT donde fue Secretario General
del Ramo de la Alpargata y Secretario del Jurado Mixto. Durante la dictadura de Primo de Rivera pasó algunos años en Madrid y, de nuevo en Elche, fue encarcelado en diciembre de 1930 y elegido concejal en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931. Sustituyó como alcalde a Manuel Rodríguez entre abril y septiembre de 1934. Pasó de nuevo un tiempo en Madrid a raíz de octubre
de 1934 y, con la marcha de Manuel Rodríguez, hubo pocas dudas dentro de su partido en la elección como sucesor en la alcaldía por su seriedad y experiencia. Un militante socialista que le conoció bien nos describió así a Juan Hernández:
Juan Hernández Rizo
“(...) A Juan Hernández lo conocí en la Casa del Pueblo. Me gustaba ir por las tar-
des y pude hacer amistad con él. Escribí un artículo y un verso para El Obrero y recuer-
do que Juan Pomares que era el director me dijo: ‘Mira, el artículo te lo voy a publicar, 345 pero el verso no. Hay muchos poetas’. Lo vio Juan Hernández y me dijo que cuando es-
cribiera otro se lo enseñara. Cuando fue alcalde me dijo que quería que nos siguiéramos
viendo. Nos veíamos por la noche en la Casa del Pueblo cuando iba a tomarse un café
pero me decía que la Alcaldía era como la Casa del Pueblo y que fuera a verle allí. Así
que nos íbamos juntos al Ayuntamiento. Le acompañé en muchas ocasiones, sobre todo
a las partidas rurales. Hasta que le ocurrió el accidente que no fui porque tenía que re-
coger a su hermano en Valencia y llevaba el coche lleno. Entonces era novio de su hija.
Para mí fue el socialista más entero y brillante que ha habido en Elche, a pesar de que
Manuel Rodríguez tuvo cargos más importantes. Hernández era un hombre que resolvía
los problemas. Llegó el caso –esto se suele contar como anécdota– de resolver un asunto
que era de justicia a un hombre del campo e ir éste a pagarle el favor con un par de po-
llos. Esto durante la guerra, que había hambre y en su casa como en cualquier otro sitio.
Pues sacó a aquel hombre y le dijo que no volviera de aquella manera. No lo aceptó.
Recuerdo también que le acompañé en otra ocasión a un acto en El Altet por no sé qué
problema. Dio un mitin en la iglesia y una mujer comentó: ‘¡No hay jabón, no hay nada
y mira el alcalde que camisa más limpia que lleva!’. Le contestó que hablaba así por
ser mujer, que fuera con el chofer a su casa y que si encontraba algo que no hubiera en
la suya, él dejaba de ser alcalde. Le molestó mucho. Otra vez le acompañé a Valencia y
viniendo me comentó: ‘¡Mira si podía yo ahora llevarme arroz!’. Lo único que pudimos
traernos fueron unas naranjas que nos vendieron. Y es que en toda su vida fue incapaz