Page 373 - Elche en guerra 1936-1939
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Los discursos políticos
y al hermano del teniente Sánchez Meseguer lo detuvieron. Nos fuimos más tranquilos y nos encontramos entonces con un grupo de hombres y mujeres frenéticos que querían quemar el convento. Rodríguez me dijo entonces que me fuera con ellos y que lo evitara. Vi también a uno de los chicos heridos con los intestinos fuera y me dijo que le vengara. Llegué a la plaza de Mariano Antón y había mucha gente gritando y como locos pidiendo las llaves. Me acerqué y la portera estaba pálida. En una cesta llevaba las llaves, rosarios y vírgenes. Les dimos las llaves y se fueron. Aunque no creo en ellos, aquello fue un milagro. Pregunté a la portera por las monjas, entré y las vi rezando. Cerré la puerta y les dije que salieran. Me asomé y no había nadie. Las llevé a casa de un notario que había cerca al que tuve que amenazar para que se las quedara. Yo entonces llevaba una detonadora que hacía ruido (más tarde en el frente me dieron una pistola del siete y medio que era idéntica). Por la calle me encontré a Palmiro y le pregunté si éramos idealistas o criminales y le conté lo de las monjas. Palmiro se quedó en el portal y me fui al Ayuntamiento. Se lo conté a Rodríguez y me preguntó cuántas monjas había y puso tres coches con dos milicianos para que las llevaran donde quisieran. A mí me mandó al Raval para evitar que se quemara y cuando llegué ya estaba todo en tierra. Tiempo después, cuando Palmiro llegó a Argelia, la superiora del convento le escribió, le aconsejó que no volviera y que rezaría por él. Yo ahora creo que hay pueblo y populacho y que ningún idealista participó en aquellos hechos. Creo que se trató de personas inconscientes.
Estaba en la Juventud Socialista Unificada y una vez hecha la unificación yo sabía que los comunistas no eran legales. Cuando el secretario general se fue al frente, me hicieron secretaria de la JSU.
El 19 de julio por mediación de Manuel Rodríguez me nombraron delegada del gobernador civil. Rodríguez estaba a favor de que se detuviera pero sin venganzas ni desmanes, que se hiciera justicia y que se evitaran los linchamientos. Pude evitar que se quemara la iglesia de la isla de Tabarca y fui allí con una pareja de milicianos. Pusimos un cartel en la puerta diciendo que por orden del Gobernador la iglesia quedaba clausurada. El cura no estaba allí y fuimos a su casa y con todo respeto se hizo un registro. La hermana del cura y yo entramos en su habitación y le dije que abriera el arca y no quiso. Abrió y allí estaban todas las alhajas de la iglesia. Teníamos orden de confiscar. La señora se puso de rodillas y me dijo que eran recuerdos de familia. Cerré el baúl y dije que no había nada.
Participé también en el Frente Popular como secretaria. En un principio había demasiada gente y se decidió que hubiera dos representantes por cada una de las organizaciones. Recuerdo que por el PSOE estuvo Juan Pomares Castaño y Juan Hernández Rizo como presidente, por Izquierda Republicana Vicente Calatayud –que fue el que me nombró secretaria-, Pascual Torres por el Partido Comunista, Mariano López por la CNT, Caparrós por Unión Republicana..., pero no estuve allí a mis anchas –además dijeron que de la JSU debía haber un único representante– y se hizo todo con mucha severidad. Dimití por enfermedad, aunque no era verdad y entró de secretario uno de la CNT –un hombre un poco cojo– que pidió despacho en el Ayuntamiento y sueldo. Recuerdo que en una reunión del Frente Popular se dijo que había que sacar un colchón de cada casa para los heridos.
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