Page 400 - Elche en guerra 1936-1939
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Elche, una ciudad en guerra (1936-1939)
“España en armas. La revolución que no se supo realizar en Abril del año 1931, y que ‘fracasó’ en Octubre del 34, se está precipitando en Agosto del 36 como réplica a la acción intolerable de unos militares traidores y de una derechas estúpidamente idiotas y atrozmente perversas”.
“Con profunda aflicción pensamos en los bravos compañeros caídos en el frente de combate y en el muro de las ejecuciones, condenados por los criminales fascistas en las poblaciones donde imperan por el terror; pero al mismo tiempo nos enorgullecemos, como españoles y como trabajadores, de formar parte de un proletariado ejemplar, que en el frente de la producción, como en los frentes de batalla, opta por dar su sangre antes que someterse al más inhumano terror fascista que registra la historia contemporánea”.
“La guerra actual en que se debate España, es la tercera guerra de trazos carlistas que empapa en sangre nuestro suelo. Y será la última. Debe serlo, por encima de todo y cueste lo que cueste. Entre esa España feudal y homicida y la España republicana y obrera no puede haber ya ninguna sociedad civil ni ninguna convivencia política. Ellos lo han querido así. ¡Pues sea! Entre ellos y nosotros se han abierto abismos de sangre que no se podrán cubrir con nada ni por nadie. Los millares de obreros asesina- dos en las ciudades que están en poder de los rebeldes y los que están cayendo en los campos de batalla hacen imposible toda reconciliación y toda comunidad jurídica. El abrazo de Vergara y tantos otros posteriores, nos han traído esta tragedia. Debe ser la última. Y no puede haber más ley que la del talión”.
La guerra, pues, como oportunidad de avanzar como no se pudo o no se supo en abril de 1931 y en octubre de 1934 y gracias a unas derechas “estúpidamente idiotas y atrozmente perversas”. Tercera guerra “de trazos carlistas” entre una España feudal (una visión bastante ramplona de España desde un marxismo no especialmente elaborado) y otra republicana y obrera pero que no se sabe explicitar con mayor concreción. Y, naturalmente, la ley del talión. Téngase en cuenta que en la fecha en que estos textos fueron publicados, en la ciudad de Elche todavía no se había producido ni una sola víctima en la retaguardia.
Una semana después, el domingo 16 de agosto, El Obrero precisaba mucho mejor el objetivo fundamental que la guerra planteaba: salvar a la República, a la que ya no se le llama “república burguesa” como en los meses anteriores al 17 de julio de 1936 sino “república democrática”. Y salvar la República significaba, además, dejar para mejores tiempos cualquier novedad política. Nada, pues, de revolución:
“Hay que salvar la República. El proletariado español, bien impuesto de lo que le es permitido alcanzar en estos momentos, lucha porque salga triunfante de este difícil trance la República democrática, reconquistada el glorioso 16 de Febrero”.